Nunca es Tarde Para Comenzar de Nuevo
- Ximena Hevia y Vaca
- Apr 15
- 4 min read
Como mujeres, muchas veces seguimos estructuras y creencias que nos cortan las alas antes de atrevernos a volar. Romper esas limitaciones sociales y culturales no es sencillo, pero es posible.
Mi nombre es Ximena Hevia y Vacca, nací en Bolivia y tengo 55 años. Hoy estoy viviendo uno de los mayores desafíos y sueños de mi vida al mismo tiempo.
Desde siempre cuestioné lo que se esperaba de las mujeres: qué podíamos o debíamos hacer. Sin embargo, mi entorno familiar era muy rígido, y las circunstancias me llevaron a tomar decisiones radicales desde joven. Esto forjó un espíritu rebelde en mí.
La primera gran decisión que me marcó fue cuando no me permitieron elegir qué estudiar ni dónde hacerlo, solo por ser mujer. Me encontré sentada en la universidad que mis padres eligieron y cursando una carrera que apenas me interesaba. Lo vivía como una obligación, un peso insoportable. Finalmente, decidí escaparme de casa. Aunque hubo un "príncipe encantado" que me apoyó, mi verdadero motivo era anhelar la libertad de ser yo misma.
Crecí en un hogar donde no había diálogo; las decisiones de mi padre eran absolutas, y nadie podía contradecirlo. Por supuesto, también se esperaba que me casara. Y así fue. Pero incluso en esa etapa, en la que fui madre por primera vez de mis dos primeros tesoros y descubrí el regalo más preciado que la vida puede dar, había algo en mi espíritu que luchaba por sanar y volar, no duramos mucho tiempo, eramos muy jóvenes.
Con el tiempo, la vida me mostró que cada circunstancia tiene un propósito, y estoy convencida de que siempre podemos atravesar cualquier desafío si lo observamos desde una perspectiva más elevada.
Mi segundo matrimonio fue un amor que desafió normas sociales, un amor prohibido, que no supimos cuidar ni proteger. De esa unión nacieron dos tesoros: mis hijos menores. Ser madre ha sido mi fuerza, mi inspiración y la razón para no rendirme nunca.
Aprendí que la independencia económica era fundamental para mí. No quería depender de nadie, y trabajé duro para ofrecerles a mis hijos oportunidades y experiencias que nos hicieron crecer como familia. Pero mientras me dedicaba al trabajo, a mudanzas y a cumplir con lo "ideal", olvidé mirar hacia adentro y escuchar lo que mi alma necesitaba.
Mi proceso de sanación comenzó cuando los desafíos de salud tocaron a mi puerta. Decidí enfrentar esos momentos desde una mirada diferente: reiki, yoga, conexión con el alma, el espíritu, etc, etc. Poco a poco, fui recordando quién era yo en esencia y lo que realmente deseaba para mi vida.
Ciertas circunstancias sacudieron tanto a “Esa Madre” que siempre quise Ser; y si bien todo era por ellos y la familia, lo que menos hacia es estar en casa, con ellos, cuantas cosas no vi, me perdí, cuantas cosas pude evitar. Y decidí regresar a mi país y renunciar a mi "trabajo ideal" para buscar un equilibrio familiar.
Pero rápidamente, sin darme cuenta llegó el momento en que mis hijos, uno por uno, emprendieron sus propios vuelos, cómo no apoyarles y darles mi bendición; más el nido cada vez se reducía, no era el saberles lejos era la gran distancia que siempre afligía a mi corazón y todo lo que ella conllevaba, como la frecuencia de sus visitas y las mías.
Sin embargo, por otro lado cumpliendo parte de mi misión nació Infinita Ezencia, un espacio de sanación y aprendizaje bioenergético que sostuve sola por un buen tiempo y ahora se sostiene y expande gracias a un equipo de profesionales llenos de luz y amor.
Pero el vacío estaba latente y me llevó a enfrentarme a mí misma como nunca antes. Descubrí dolores profundos, patrones familiares y lealtades inconscientes que necesitaban ser sanados. La partida de una hermana fue el catalizador que me hizo tomar decisiones cruciales, como terminar un matrimonio de más de 20 años y atreverme a empezar de nuevo.
En el camino, mi salud volvió a desafiarme, pero conté con herramientas, ángeles en mi vida y el amor y acompañamiento de mi familia, sobre todo y, la certeza de que podía superar cualquier adversidad.
Cuando mi hijo menor decidió perseguir sus sueños en el extranjero, le pregunté: ¿Y ahora qué haré yo? Su respuesta fue serena y certera: “Te vienes conmigo”. Los otros 3 apoyaron con gran optimismo y alegría la decisión, mamá al fin estaría más cerca.
Hoy vivo en Barcelona, cerca de mis hijos, aunque con la independencia y fuerza que siempre soñé. El proceso no fue sencillo, una vez más, "ángeles amigos" tomaron mi mano en esos momentos de fragilidad y no me dejaron caer.
Por primera vez estoy aprendiendo a vivir sola, a conocerme, cuidarme y amarme plenamente. Ha sido un proceso de profundas transformaciones, pero también de gratitud y expansión.
A ti, mujer, sin importar tu edad o de dónde vengas, quiero decirte que sí se puede volar. Tus alas pueden sanar y fortalecerse, aunque los primeros vuelos sean cortos. Nunca olvidamos cómo volar.
Nunca es tarde para retomar tus sueños y comenzar de nuevo. Tal vez cueste más, pero esa barrera es solo una ilusión mental y social autoimpuesta. Cuando decides soltarla y lanzarte a la aventura de ser tú misma, la sensación es indescriptible.
Sigo en este hermoso viaje de autodescubrimiento y creación, disfrutando cada paso. Porque el espíritu de una mujer es inagotable cuando se dedica a sí misma desde un amor profundo. Ese amor es nuestra mayor herencia y la mejor inspiración para quienes nos rodean.

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